Manuel Talens murió el martes, 21 de julio en Valencia tras una larga enfermedad. Con él perdemos un hermano, un amigo, un compañero. Era irremplazable, lo sabíamos desde hacía mucho tiempo, desde que su enfermedad le había alejado de nosotros. Su desaparición deja un gran vacío.
Manuel había colgado su bata de médico para ponerse el hábito del escritor y del traductor. Había

conservado de su formación y su experiencia médica una enorme capacidad de atención al otro y al sufrimiento. Fue uno de los tres fundadores de la red de Tlaxcala y el principal redactor del
Manifiesto de lanzamiento de nuestra red y de nuestro sitio Tlaxcala en febrero de 2006.
Manuel era un comunista sin partido, un revolucionario sin dogmas, un «socrático elemental » en la medida en que hubiera podido hacer suya la divisa del sabio de Atenas: «Solo sé que nada sé ». Pasábamos horas hablando sobre lo que estaba sucediendo en el mundo, y a partir del estallido de las revoluciones árabes, sobre ellas; Manuel hizo todo lo que pudo para comprenderlas y sobrepasar su desconocimiento del mundo árabe.
Nos habíamos conocido en 2005 gracias a Palestina, gracias a la traducción de una larga conversación que había tenido con el saxofonista, ensayista y novelista ex israelí Gilad Atzmon. El título de este texto,
La belleza como arma política, podría haber sido la frase que resumía el credo de Manuel, a quien nada le sacaba más de sus casillas que el trabajo chapucero hecho por algunos sitios de activistas que traducían textos de cualquier manera —“con el culo”, decía—, haciendo gala de una total falta de respeto por los autores, los lectores y, finalmente, por ellos mismos.

Manuel fue determinante para establecer una ética en el seno de nuestra red de traductores, y contribuyó a fijar ciertas normas sencillas. Primera regla: para traducir un texto hay que entenderlo. Segunda regla: Es necesario hacerlo comprensible. Desgraciadamente estas cuestiones obvias no las comparte todo el mundo. Encontramos una frase de José Martí resumiendo la filosofía común que intentábamos construir:
“Traducir es transcribir de un idioma a otro. Yo creo más, yo creo que traducir es transpensar.
”
En todas sus traducciones, ya fueran al español, al francés o al inglés, Manuel fue un verdadero transpensador. Su ciudad natal de Granada debería levantarle una estatua al lado de la de Yehuda Ibn Tibon, el Padre de los traductores. Manuel fue uno de sus hijos más dignos.

En el Mausoleo del Che en Santa Clara, Cuba, en el 2005 : de la izquierda a la derecha Carlos Tena, Manuel Talens, Quintín Cabrera y Gennaro Carotenuto.